Decidir
Decidir, ¿qué? ¿cuándo? ¿dónde? ¿por qué? Una oportunidad, un futuro, otro lugar, otra latitud. Distante, diferente, lejana, desconocida. Alguna aproximación a lo que no se sabe, a lo que no se conoce. Un atajo en un laberinto, aunque por caminos cruzados puede uno volver a perderse. El sentido de decidir con lo poco que se tiene. Argumentos, sórdidos, descoloridos, mutantes. De un sí a un no, como un pie en el avión y el otro acá. ¿Cuál paso dar? ¿Con qué decidir? ¿Qué dejar a un lado? Si uno estuviera barranca abajo con caballos desbocados la decisión sería automática. Pero mi tropilla descansa en un verde pradera al borde de un lago azul. Es cierto, el lago y la pradera son frecuentemente atacados por la noche fría de un ciclo económico artero, con descamaciones sociales de mala trama. Nada que hacer, se llama realidad. En la vida se presentan esas oportunidades dicotómicas, donde lo mejor y lo no tanto no pueden identificarse con claridad. De poder hacerlo no habría dicotomía, no habría texto. Un límite que cruzar, o tal vez no. El sabor de la incertidumbre que se presenta en cada palabra, en cada pensamiento, en cada fantasía. ¿Se puede pensar sin penar en el pensamiento? Son muchas las variables a considerar y la matriz explota como cuando se revienta un globo repleto de aire. Lo positivo y lo negativo se hacen sombra, se superponen, se empujan hacia un lado como los gladiadores de sumo. Del verde esperanza al negro oscuro de otra noche sin luna y sin sueño. Dicen que del único sitio que no se vuelve es de la muerte. Pero no lo sé. Bueno, casi seguro que de allí no. Pero, ¿de una decisión trascendental? ¿Podrá volverse de una decisión trascendental? ¿Cuánto tiempo uno sigue en la fantasía de lo que no optó? Pareciera ser que ya hay casi dos lados de los que no podría uno volver. Y cuando la razón no alcanza, entonces ¿qué? ¿Decidir con el corazón, con el sentimiento, con la pasión? ¿Pueden ellos equivocarse? Tal vez sí, pero nadie dirá que se ha tomado partido en forma desapasionada. Al menos no se habrá perdido el hilo conductor del sentir. ¿Por qué equivocarse? Es una simple oportunidad, compleja sí, pero no veo porqué deba existir una decisión acertada y otra que se regocije en el lodo del error. Los caminos de la vida son así, deben andarse, recorrerse, a veces hacerse. Pavimentados o de barro, reales o virtuales, hay que decidir. Entonces, ¿qué? Algo así me pregunto: entonces, ¿qué? ¿cuándo? ¿dónde? ¿por qué?
0 Comments:
Post a Comment
<< Home