Prueba
El perro de la casa lo presiente. Sólo ladra mientras el periódico vuela hasta la puerta de entrada, como si el golpe seco contra la madera fuera la orden de silencio. Cae pesado e inerte el diario del domingo. Ni el ladrido ni el ruido del diario despiertan a Fernando. Florencia sin notar a Ringo o al bloque de papel, piensa y toma fuerzas.
Creía que sería más fácil, pero todas las parejas pasarían por lo mismo. Ahora con el ascenso, el trabajo se le complicaría más. Tenían la prepaga y, mal que mal, un buen pasar. Podrían ahorrar y tal vez casarse. Casarse o armar el cuarto del bebé. ¡Qué bonito! Todo en la gama del verde pastel, con una simpática guarda de animalitos de la selva. Cortinas de fino voile blanco, para que tenga linda luz natural. Tendrían que contratar a una niñera. Ella no abandonaría su trabajo y su profesión, pero tampoco dejaría al bebé todos los días con su suegra. Una cosa es una ayuda, pero otra muy distinta es que la madre de Fernando terminara educando a su hijo. ¿Y Fernando? ¿Qué querría? Siempre se quejaba de los bebés de los demás. ¡Cómo dormía el condenado!
Ringo vuelve a ladrar y no se detendrá hasta que le den de comer. Es su hora. Fernando se despierta y ve que Florencia ya se levantó. En su mesa de luz hay una cajita que tapa la foto de los dos en la playa. “EVATEST®” leen sus ojos con mucho esfuerzo.
–¡Flor!
–Dos minutos, hay que esperar dos minutos– murmura ella saliendo del baño.
Dicen que el destino está escrito. Hoy leerán palotes. Uno o dos. Con eso bastará.
Creía que sería más fácil, pero todas las parejas pasarían por lo mismo. Ahora con el ascenso, el trabajo se le complicaría más. Tenían la prepaga y, mal que mal, un buen pasar. Podrían ahorrar y tal vez casarse. Casarse o armar el cuarto del bebé. ¡Qué bonito! Todo en la gama del verde pastel, con una simpática guarda de animalitos de la selva. Cortinas de fino voile blanco, para que tenga linda luz natural. Tendrían que contratar a una niñera. Ella no abandonaría su trabajo y su profesión, pero tampoco dejaría al bebé todos los días con su suegra. Una cosa es una ayuda, pero otra muy distinta es que la madre de Fernando terminara educando a su hijo. ¿Y Fernando? ¿Qué querría? Siempre se quejaba de los bebés de los demás. ¡Cómo dormía el condenado!
Ringo vuelve a ladrar y no se detendrá hasta que le den de comer. Es su hora. Fernando se despierta y ve que Florencia ya se levantó. En su mesa de luz hay una cajita que tapa la foto de los dos en la playa. “EVATEST®” leen sus ojos con mucho esfuerzo.
–¡Flor!
–Dos minutos, hay que esperar dos minutos– murmura ella saliendo del baño.
Dicen que el destino está escrito. Hoy leerán palotes. Uno o dos. Con eso bastará.
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